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domingo, 21 de junio de 2015


ALGUNOS ALEMANES BUENOS


Mucha gente no sabe, y otra no quiere hacerlo, que en Alemania no sólo hubo nazis y hombres nefastos, sino también alemanes buenos. Y que fueron numerosos los que pagaron con la vida su oposición al Reich. Aunque, claro está, con ello no intento minimizar la responsabilidad de los alemanes y las terribles cosas que se hicieron, pero imagino que es también es justo recordarlo. 
    Eso lo constaté en primera persona durante mi viaje a Affeln en septiembre de 2014 cuando, acompañado por el periodista alemán Joachim Palutzki, fui a conocer a la família de Hubert.  
    Su hermano Hermann fue uno de esos alemanes buenos. Él hizo decenas de fotografías durante su estancia en el frente, y las llevaba hasta casa durante los permisos, escondidas entre los pliegues del uniforme. Fotografías donde se podían ver los fusilamientos a los soldados enemigos, después de todo, los prisioneros no eran más que un incordio y un lastre que reducía la velocidad de marcha de los batallones de Hitler. Fotografías donde se podían ver las trincheras repletas de cadáveres y los pueblos a lo lejos convertidos en una pira funeraria. Esas imágenes las pude ver con mis propios ojos, y los detalles me los transmitió su hermana Mathilde. 
   Ella sigue siendo una mujer fuerte y valiente que ha tenido una vida larga tras aquellos hechos dramáticos. Cuales eran las verdaderas intenciones de su hermano para arriesgar la vida con tal de preservar aquellas fotos, ya nunca lo sabremos. Tal vez sólo las quisiera para que le ayudaran a no olvidar, sólo porque el ser humano tiende a hacerlo: a olvidar.
    Después de todo, muchos olvidaron que los alemanes no fueron solo aquella gente que aupó a Hitler y prendió fuego a sus hornos. También fueron, algunos de ellos, los primeros en sufrirlo; y en rebelarse contra el nazismo mientras el resto del mundo miraba hacia otro lado. Esos alemanes buenos, un número más amplio de lo que generalmente se cree, han sido muchas veces ignorados.
    Las razones de ese desconocimiento tienen que ver con la propia memoria alemana tras la guerra y con la visión que a los aliados les interesó mostrar sobre los alemanes: así eran más fáciles de someter durante la ocupación. Simplemente los vencedores determinaron que no hubo una resistencia alemana digna de llevar ese nombre. 
   Todavía hoy, hay pocos lugares en Alemania en los que se recuerde a aquellos héroes anónimos que, en definitiva, hicieron lo que pudieron contra el omnipresente poder de Hitler.        
    Pero el tiempo ha ido demostrando que la resistencia se hizo desde todas las partes de la sociedad alemana: obreros, estudiantes, sacerdotes, artistas, generales, madres con hijos o soldados en el frente, como Hermann Sasse.








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